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Clases de verano con Sarita 3

 
Post #1


Clases de verano con Sarita 3Llegamos al club de tenis cuando tan solo pasaban un par de minutos de las nueve. Seguí a Sarita al interior y me acomodé en una de las gradas cerca del terreno donde ya la esperaba el instructor. Antes que ella, habían llegado otra chica más y un par de chicos que, aunque no los conocía, me sonaba haber visto alguna vez por el pueblo.Al entrenador no lo había visto en mi vida, un chaval como de mi edad, aunque más apuesto, rubio y con un cuerpo de atleta de los que crean envidia. Supe más tarde que venía de un pueblo cercano, y que era jugador semiprofesional. Daba clases en los clubs de alrededor para sobrevivir mientras esperaba que llegara su gran oportunidad y triunfar en un torneo importante.Sarita, como siempre, ofreció sentidos abrazos a sus compañeros. Los chicos la saludaban entusiasmados, con una mirada inconfundible que ya había visto un millón de veces en las calles del pueblo. Estaban locos por ella, y seguían de cerca cada afable gesto y cada grácil movimiento de la joven.El instructor se me cruzó desde el primer instante en que lo ví, el típico pijo que se cree que el mundo entero gira a su alrededor. Paseaba su apariencia con arrogancia, como si cada movimiento que se m*****aba en hacer mereciera ser inmortalizado por un escultor griego de la antigüedad. Y por no hablar de lo largas que tenía las manos. Por alguna extraña razón, las chicas necesitaban, más que los chicos, que el pavo se pegara a ellas por detrás para enseñarles toda clase de posturitas; la cintura por aquí, otra pierna por allá, levanta el pecho, estira el brazo?Me acordé de cómo Sarita había salido de casa esa mañana, sin ropa interior. Seguro que el tío sobón se dio cuenta rápidamente de que no llevaba sujetador, acariciando sus costados de arriba abajo desde sus axilas hasta su cintura. Y arrimaba su paquete al culo de mi adorada estudiante de una manera que, sin dudarlo, podía sentir el hueco que se formaba entre sus respingonas nalgas, sólo cubiertas por unas muy ajustadas mallas y una ligera faldita.Un ardiente sentimiento de celos me invadió, y me sentí como un imbécil. Ni siquiera había pasado nada con ella, técnicamente, simplemente era una alumna y yo su profesor de pega. Apenas habíamos compartido un par de momentos que, aunque fueron muy íntimos, se encuadraban dentro de un contexto muy particular y excusable.Intenté calmarme observando el entreno, en la medida que me fue posible. Ese energúmeno seguía a lo suyo, soba por aquí y soba por allá, y aunque puede que todo tuviera sentido y fuera necesario, porque al fin y al cabo yo no tengo ni puta idea de tenis, me pregunté hasta qué punto tanto tocamiento era denunciable.Pero para ser completamente honesto, las chicas no parecían m*****arse, y se tomaban sus instrucciones con total normalidad. Si cabe, creo que incluso les gustaba la osada dedicación de su entrenador. No paraban de reírse bobamente con cada cosa que él les hacía, y coqueteaban con él, halagadas por las atenciones que ese chico mayor les ofrecía.Aborrecí a ese pijo afortunado, que sin merecerlo alimentaba los sueños húmedos de esas dos adolescentes. Me las imaginé a ellas, inocentes, mojando sus braguitas mientras fantasean en convertirse un día en la novia de un tenista ?famoso? como él. No perdían ninguna oportunidad para intentar impresionarlo, exagerando sus posiciones de forma que se realzaran sus figuras, y ruborizadas le miraban con unas risitas que apestaban a flirteo.Los otros dos chicos se aprovechaban de tal espectáculo aunque no fueran directamente los destinatarios de tales agasajos. Pero Sarita, siempre tan maja, se ocupaba de que no se sintieran ignorados, y a menudo los achuchaba cuando conseguían algún punto que destacara, o para animarlos cuando los fallaban.Y menudo espectáculo era ver a Sarita entrenarse. Sus incipientes pechos, libres de cualquier estorbo, se agitaban con los correteos y saltos de la chica. Se distinguían a simple vista esas formas, puntiagudas y firmes, sostenidas en el aire como por arte de magia, y se adivinaban unas areolas de generosas proporciones, terminando en unos botones muy tentadores. Yo no habría dudado en pulsarlos repetidamente, aunque hubieran sido los detonadores de una guerra nuclear.Con el calor y el ejercicio, una mancha de sudor se fue formando bajo sus brazos, dotando la fina tela de su polo de marca de una translucidez que amenazaba con revelar los íntimos tonos colorados de sus pezones. Era una cuestión de tiempo, y de momento esa ventana creada por la transpiración desvelaba los costados de sus senos, dando aún más pistas de su forma y tamaño.Por abajo, la faldita se plegaba a menudo sobre su cintura, dado a los saltos que daba al retornar algún golpe y al constante movimiento por la pista. Cuando eso pasaba, dejaba a la vista de todos esas mallas pegadas a su figura como una segunda piel. Su culito firme y abultado quedaba francamente expuesto, y tan solo el blanco puro y el brillo particular de la tela me hacían recordar que llevaba algo puesto. Por delante era más difícil verla desde mi posición, pero pude vislumbrar en más de una ocasión como la telita se había acomodado también entre sus labios vaginales, que sobresalían prominentemente, quizá hinchados por el calor.Justamente en esa zona el sudor también empezó a hacer mella, con dos grandes manchas que se habían empezado a formar en sus ingles. Fueron aumentando poco a poco, extendiéndose hacia su entrepierna y por detrás, entre sus respingonas nalgas. En poco tiempo, el fino y blanco tejido elástico de sus mallas dejó entrever los pálidos tonos de su piel, excepto por su monte de Venus donde se adivinaba la pelusita oscura que lo cubría.Yo, desde la distancia y sentado en la grada, me estaba excitando con tan solo verla entrenar. Ni me imagino como debían estar esos dos otros chavales y el entrenador, tan cerca de ella, y con mejor ángulo para ver debajo de su falda. Seguro que se estaban poniendo las botas y podían ver más de lo que podía ver yo, además de que aprovechaban cualquier excusa para acercarse y rozarse con ella.Pasada casi una hora y media, en la que les dió tiempo a jugar un par de sets de dobles, el entreno tocó finalmente a su fin. Sarita me mandó un saludo y besito aéreo que cazé desde mi asiento, y luego me quedé a dos velas esperando mientras ella se fué con sus compañeros a refrescarse al interior del club. Al menos el murillo que bordeaba el lateral de las gradas donde me encontraba me protegía de ese sol criminal.Pero felizmente, tan solo un par de minutos más tarde, reapareció Sarita por una puerta y corriendo subió los escalones hacia donde yo estaba. Me quedé a cuadros cuando ví que ya no llevaba puesta la faldita. Sus mallas, pegadas a su piel y empapadas de sudor, hacían poco por ocultar su sexo del que se podía adivinar perfectamente la forma y color. Dudo que ni ella se diera cuenta, y por descontado que ninguno de sus compañeros o su instructor se m*****arían en hacerle ningún comentario al respecto.?¡Oye! Con las prisas me he ido de casa sin mis quehaceres de la ducha o ropa de recambio? ¡qué despistada! ?dijo, enrojecida y excitada después de tanto ejercicio?. Pero Noemí, mi amiga, me presta su toalla? y si no te importa me pego una ducha rápida para refrescarme, que no puedo con el calor.?Claro, claro? ?dije, con dificultades por mantener mi vista hacia sus ojos?. Te espero aquí sin problemas??No hace falta, puedes pasar a dentro, que hay aire acondicionado y agua fresca.?¡Ah! Genial, gracias? ?dije, levantándome?, no te diré que no?La seguí hacia el edificio, observando cómo rebotaban sus nalgas con cada paso. Ya adentro me mostró una fuente de agua fría de la que pude servirme tantos vasos como quise. Con el agua y con el aire fresco que salía de unas rejillas en el techo, la verdad que agradecí el gesto y la atención de mi alumna de no haberse olvidado de mí ahí fuera.Sarita desapareció detrás de una de las puertas bajo un cartel plateado en el que se leía ?vestuarios?, acompañados de los típicos iconos para indicar el sexo correspondiente a cada lado. Más que puertas, eran tan solo unos marcos de puerta, aunque en el interior se guardaba la privacidad gracias a un laberinto de paredes cubiertas de impecables azulejos blancos decorados con una cenefa de tonos verdes oscuros.Lo que no bloqueaban esos muros era el sonido, que añadido a las propiedades acústicas de esa cerámica de acabado brillante, reverberaba hasta mi posición sin dificultad alguna. Los chicos eran los que hablaban más fuerte, alborotados, riendo y haciendo comentarios como; ?joder que buenas que están??, y, ?Sarita hoy me ha puesto burro, me cago en la puta??, o, ?¿has visto cómo se le marcaba todo sin el suje?; mientras que el otro respondía, ?sí, joder, y por abajo, se le veía todo??.Luego pude escuchar cómo encendían las duchas a toda marcha, tanto del lado de los chicos como de las chicas. Fue en ese momento que apareció el entrenador por otra puerta, e ignorándome con prepotencia entró en el vestidor de los chicos sin siquiera dignarse a reconocer mi presencia.?¡Buen trabajo hoy, chicos! ?lo oí gritar? Si seguís así os inscribo al torneo del mes que viene?Los chavales respoondieron con unas risas que se mezclaron con el ruido del agua.?¿¡Pero dónde vais así!? ¡Os vais a sacar un ojo con eso! ¿Interrumpo algo o qué? chavalitas? ?oí gritar al entrenador.Deduje, por la conversación de antes y lo calientes que iban los chavales después del entreno, que se refería al empalme que debían sufrir los chavales. No los culpo, yo aún iba medio morcillón después de ver el espectáculo de Sarita.?¡No, joder?! ?gritó uno de los chicos, aunque me costó entender el resto por el murmullo del agua?. Es que las tías están? (inaudible) ?y luego Sarita? (inaudible) ?y nos ha puesto a mil la tía? (inaudible) ?y con todo el chocho que se le marcaba? (inaudible)?¡Jajaja?! ?se puso a reír el entrenador, y con la voz más fuerte dijo?, pues aquí no os la machaquéis, ¿vale chavales? Lo hacéis en casa, que si no me mancháis el suelo y luego me tengo que duchar yo. ¡Jajaja?!Del otro lado, las chicas parecían charlar y reírse mientras con total normalidad, ajenas a lo que pasaba en el vestuario de al lado. Creí entender que hablaban de los chicos, quizá del entrenador, pero no conseguí descifrar sus vocecitas, que también se mezclaban con el ruido de las duchas.Al par de minutos volvió a salir el entrenador al pasillo, e ignorándome igual que antes y ante mi más turbador asombro, ésta vez se coló en el vestuario de las chicas como si nada. Esperaba oír en cualquier momento los gritos histéricos de las chicas al encontrarse con tal intruso mientras se duchaban. Pero nada de eso.?¿¡Cómo están mis campeonas!? ?gritó el cabrón, sorprendiéndolas bajo el agua.Por respuesta solo se oyeron más risitas nerviosas y algún reproche del tipo; ?¡Jorge! Otra vez no?? y, ?siempre estás igual, pervertido? jajaja?. Las risas continuaron, y estaba claro que ni les importó ni les sorprendió que su entrenador pasara a ?felicitarlas? en su vestuario.?¡Ayyy?! ?oí gritar a una de las chicas, y luego la otra? ¡Ayyy?! ?acompañadas de un sonido seco y agudo.?¡Unas buenas palmadas en el culo os mereceis! ?gritó el energúmeno?. ¡A este paso pronto os voy a ver en el Roland Garrós, mis niñas?!Se oyeron más ruidos que no supe descifrar. No sé lo que pasaba ahí dentro pero las chicas reaccionaron con más risas y exclamaciones que no pude entender. Cuando se apagó el ruido de las duchas, me pareció oír cómo seguía comentado con ellas aspectos del juego; que si ?cuando saques ponte así?, o, ?cuando recibas te agachas asá?. Me lo imaginé poniéndolas en todo tipo de poses, y me pregunté si al menos las chicas se habrían dignado a ponerse una toalla. Aunque luego me acordé de que Sarita no había traído la suya, y tenía que compartir la de su amiga.El tío se pasó al menos cinco minutos más con ellas, y después volvió a salir tan panchamente. De nuevo, sin dignarse a reparar en mi presencia, se fué al exterior donde le esperaban para el siguiente entreno. Me hubiera gustado tumbarlo de un derechazo en pleno hocico?Al poco rato salieron los chicos vestidos de calle y tras saludarme vagamente se largaron. Luego apareció la otra chica, la amiga, vestida con un ligero vestido de verano que le quedaba de escándalo. Con la mochila medio colgando de un hombro, me saludó tímidamente con una media sonrisa que me pareció sospechosa, y sin más dilación también desapareció.Antes de que saliera mi querida y joven alumna, tuve que esperar un par de minutos más. Tal y como había dicho, no había traído ropa de cambio así que apareció con el mismo polo, aún bastante húmedo, y con la faldita blanca de deporte. Llevaba el pelo mojado, lo que contribuía aún más al empapamiento en general de su ropa. Ahora, sin ninguna dificultad, el color rosado de sus pezones se adivinaba a simple vista.?¿Vamos? ?dijo al verme ahí plantado, mirándola.?Sí, claro? vamos ?balbuceé.Al salir saludó una vez más desde lejos al entrenador, que le devolvió una sonrisa que no me cayó nada bien. Me alegré de dejarlo por fín atrás, y esperé no tener que verlo nunca más en mi vida.Rápidamente nos dirigimos al coche. Sarita se sentó en el asiento de copiloto con la raqueta entre sus piernas, y se puso a buscar algo en su mochila como si temiera haberse dejado algo. Rebuscando dentro de la bolsa, me pareció que corría de lado una prenda de ropa que me resultó familiar en seguida. ¡Eran sus mallas!Sarita, al acabar de ducharse, probablemente decidió no volver a ponerse las mallas sudadas y, al tampoco haber traído ningún tipo de braguitas o recambio, por deducción, supe que no llevaba nada bajo esa cortita falda de tenis. Me dió un brinco el corazón, y empecé a sudar aún más si cabe al darme cuenta de eso. Como si nada, disimulando mi excitación, llevé la llave al contacto y me dispuse a arrancar el coche.?¿Lo tienes todo, Sarita?? ?dije con voz temblorosa?, ¿parece que te has dejado algo???No, no? aquí están ?exclamó al fin?, por un momento pensé que me había ido sin las llaves de casa? ¡ya sería el colmo! ?sentenció divertida, con una risa natural como las de siempre.Arranqué y puse rumbo de vuelta a su casa, que quedaba a apenas diez minutos de allí con el coche.?Gracias otra vez por llevarme, andando habría llegado media hora tarde? y además con el sol que pega ?dijo Sarita.?No hay problema, no me cuesta nada? ?repetí?. Si eso para otro día ya lo sabes, me dices y te llevo.?Oh? muchas gracias ?dijo sonrojándose?, ya lo pensaré? no me iría mal?Luego en símbolo de agradecimiento me acarició unos momentos el brazo derecho, gesto que correspondí con una sonrisa.?Oye? ?dije entonces?, no quiero meterme donde no me llaman pero? el Jorge este? vuestro entrenador? no me parece muy normal que entre en el vestuario así??¡Ah?! Bueno? él es así? es de broma? no tiene maldad ?se excusó.?No tiene maldad?? pensé, ?lo que tiene es una cara como una hormigonera, ese capullo?.?Pero? ¿os estabais duchando, no?? ?insistí.Sarita no me respondió, miraba hacia delante y me pareció que se ruborizaba.?Bueno, no se? no es asunto mío? ?seguí? Solo que? me ha sorprendido un poco, nada más? También ha entrado en el de los chicos y tal? será normal en el mundo del deporte? yo que sé??Sí? es normal, no tiene importancia. ¡A ver si me voy a pensar que estás celoso y todo?! ?dijo entonces, medio riendo.?Jajaja? ?reí artificialmente, algo de razón tenía?. No es eso? jeje? es que bueno? antes me has dicho que nadie te había visto? quiero decir? que antes decias que solamente otro chico y yo te habíamos visto desnuda? y bueno? pues ahora no sé qué pensar??¡Ah?! Si es por eso? bueno, es que Jorge no cuenta ?dijo, como más relajada de repente?, él es mi entrenador, no es lo mismo??¡Vaya?! Y yo soy tu profesor, ¿por qué conmigo sí que cuenta?Sarita se puso roja otra vez de golpe, y parecía que no sabía qué responder. ¿Qué quería decir eso? ¿Acaso la había pillado mintiendo y no era tan inocente como quería hacerme ver? ¿O al igual es que realmente a mi me veía con otros ojos? Cualquiera de las dos opciones me pareció muy excitante.?Bueno, bueno? ?dije para rebajar la tensión?, ¿y entonces, por esa misma lógica, quién más te ha visto desnuda? ¿Que no cuente, quiero decir??Jejeje? ?rió ella tímidamente?, pues? no sé, mi padre? o mi primo? o? el profe de natación??¿¡El de natación? también!??Sí, bueno? ya se sabe, cosas normales que pasan en la piscina.?Pues a mi no me ha pasado nunca eso, oye? ¿Alguién más que añadir para la lista, que ?no cuente?, digo? ?pregunté ya con un tono de broma.?Jejeje? pues? no sé, supongo que sí? algunos amigos de clase? los vecinos? el cartero? el fontanero? el que arregla el teléfono??¡Para, para! ¡Para, Sarita, que me va a explotar la cabeza! ?interrumpí.?¡Jajaja?! ¡Que es broma, idiota! ?dijo partiéndose de risa.?¿Todo era broma? ?pregunté.?Bueno, la mayor parte sí? más o menos? ¡Jajaja?! ?siguió, martirizándome a drede?. Ya te he dicho que no tiene importancia?Me miraba coqueta, y me apetecía abalanzarme sobre su asiento para lamerla enterita como un caramelo. Me quedé pensativo, viendo como casi la totalidad sus muslos quedaban al descubierto por el desplazamiento de su faldita. Solamente quedaba suficiente tela para taparle lo más íntimo. Ya casi llegábamos a su casa, y me planteé hacer el trayecto más largo solo para ver hasta dónde podría llegar a alzarse esa prendita blanca.Pero pronto me encontré aparcando el coche en frente de su casa. Me entretuve un momento haciendo que buscaba algo en la bandeja central, haciendo tiempo para poder observar cómo se bajaba de su lado. Al levantarse pude ver bajo su falda buena parte de su delicioso culito adolescente. Grabé una vez más en mi memoria esos cachetes respingones de color lechoso, que contrastaban con el bronceado de sus piernas.La seguí a dentro de su casa, emocionado y excitado por volver a encontrarme a solas con ella. Noté como mi pene reaccionaba al cerrarse la puerta detrás nuestro, sintiéndome al abrigo de esas paredes entre las cuales cualquier cosa podía acontecer. Teníamos una clase de matemáticas por acabar, pero con Sarita ya no podía saber cómo iba a terminar.
06-02-2021, at 05:02 PM
Alýntý
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