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Mi sensual vecina negra

 
Post #1


Mi sensual vecina negraA pesar de haberme casado con una rubia espectacular como Anita, siempre me gustaron las negras; las de piel bien mulata. Antes de casarme con Ana, estuve un tiempo viviendo mis últimos años de soltería en un departamento de apenas dos ambientes.Allí cometí la mayoría de mis fechorías sexuales, ya que casi todos los días, me aparecía con una mina diferente; por supuesto, siempre lista para coger y aullar durante toda una noche?En esa época tenía como vecina a una mujer dominicana; una negra sensual; bastante baja en altura pero muy proporcionada, con unas tetas duras espectaculares y un culo matador?Además me sonreía y me hacía parar la pija con su cara de puta; era algo tremendo, no lo podría casi describir con palabras.En general me la cruzaba por el edificio; en el palier de entrada o cuando iba a la terraza a colgar ropa lavada. También la veía algunos sábados por la noche cuando salía a bailar; vestida con tacos, vestidos muy cortos o pantalones ajustadísimos a su cuerpo curvilíneo.La verga se me endurecía cuando olía su perfume en el ascensor.Esa hembra tenía un único defecto: era una mujer casada.Pero ese detalle no me preocupaba demasiado. En mi frenesí juvenil, me había cogido a más de una mujer casada, sin sentir cargo de conciencia. O tal vez porque yo era un inconsciente?Lo que me provocaba morbo, era saber que esas mujeres llegaban a sus casa con la concha repleta de mi leche y los maridos les pedían un poco de cariño; encontrando entonces que sus infieles perras ya habían tenido cariño fuera de sus camas maritales?Esta sensual mujer de sedosa piel negra se llamaba Maruja y me tenía obsesionado con la idea de cogérmela. Me parecía que ella también me tenía ganas, por la manera en que me miraba al encontrarnos. Tenía que arriesgarme. El marido era un hombre negro de tamaño enorme; bastante duro y hosco; seguramente me mataría en caso de enterarse?Maruja a veces me preguntaba por las novias que pasaban por mi pequeño departamento; me contaba que a veces los gemidos y alaridos de placer de esas perras no le dejaban conciliar el sueño y, para peor, más de una vez había terminado encerrada en baño masturbándose, mientras escuchaba los aullidos de mis amigas? Me hacía unas tremendas caídas de ojos cuando nos veíamos a solas; pero yo tenía la impresión de que ella no me iba a permitir avanzar mucho más de lo que ella quería.Terminé pensando que era una turra calienta vergas; pero al final supe que ella estaba preocupada que su marido no se enterara.La oportunidad empezó a tener forma un sábado por la tarde. Yo estaba disfrutando de una siesta después de haber trasnochado bastante, cuando me despertaron los gritos de mis vecinos dominicanos. Maruja le estaba gritando de todo a su marido, quien aparentemente la había engañado con otra mujer?Después de gritar e insultar por un buen rato, mi vecina negra finalmente dio un portazo y bajó por las escaleras; se la oía demasiado enojada como para seguirla?Salí al pasillo y pensé en eso; en seguirla, pero pensé que sería probable que la siguiera el esposo; entonces decidí esperar por otra chance. Más tarde también el tipo se fue de la casa.Maruja regresó bien tarde y esa noche de sábado no salió a bailar.A media mañana del domingo pude oír que iba hacia la terraza. Entonces me decidí a subir detrás de ella. La terraza estaba desierta, solo había algunas ropas recién lavadas colgando.Pero la negra estaba allí, en cuclillas, con las piernas abiertas, enjuagando ropa en un balde. Me acerqué a ella para saludarla.Maruja sonrió de manera felina y eso me perturbó un poco. Pero continuó abocada a sus tareas. Su sensual acento y la voz ronca me endurecieron la verga al instante. Ella estaba con una mini falda de jean y una musculosa, que dejaba ver sus hermosas tetas dentro de un profundo escote. Estaba con un short y una musculosa, con un escote Se dio cuenta de que estaba mirando sus tetas y la muy turra sonrió sin decir nada. Bajó la vista y entonces debió haber visto que yo estaba totalmente al palo. Mis pantalones apenas podían contener mi erección.Le dije que podía contar conmigo; pero entonces se puso seria y me preguntó por qué le estaba diciendo eso.Le contesté que para levantar el ánimo; ya que esa mañana no se la veía tan alegre como de costumbre. Me explicó entonces que estaba teniendo problemas personales y me pidió que le hiciera compañía si no tenía nada más entretenido para hacer?Entonces comenzó a contarme de todo; sin mencionar a su marido y a los cuernos que ese negro le estaba metiendo?Yo la escuchaba y asentía a veces; pero sin dejar de mirarle esas increíbles tetas apretadas dentro de su ajustada camiseta.De pronto me preguntó qué es lo que la hacía a ella tan especial para mí. Y tuve que confesarle que me encantaba el color de su piel, su mirada, su sonrisa y ese tremendo cuerpo tan curvilíneo?Me preguntó si me calentaban las morenas y le dije que sí; esta vez llevándome una mano a la entrepierna, tratando de calmar mi dolorosa erección. Maruja estalló en una sonora carcajada?Me dijo que mi reputación me precedía; todas las mujeres del edificio comentaban que yo era un mujeriego sin solución.Y ella siempre veía el desfile de perras que entraba a mi bulín.De repente se levantó para quitarse la falda, quedando vestida con una diminuta tanga de encaje. En un momento me dio la espalda y pude ver sus firmes glúteos tragándose ese hilo dental. Mi verga ya no aguantaba ni un minuto más su encierro?Maruja levantó el balde y también metió allí su falda. Pude ver entonces que la pequeña tela en la entrepierna parecía estar húmeda; pero no dije nada. Ella pasó a mi lado rozándome con su suave piel. Me quedé allí de pie; mirándole el culo; sufriendo al verlo bambolearse al ritmo de sus caderas; ya casi resignado a que no sucediera nada de nada.Pero entonces me adelanté para abrirle la puerta, ya que ella llevaba ambas manos ocupadas. Ahí tuve la idea de apoyarle mi verga endurecida entre sus magníficas cachas. Ella no amagó esquivarme, sino que soltó un leve gemido?No hizo falta nada más. La tomé por la cintura y la levanté en vilo, sin que ella soltara el balde. La llevé en el aire hasta un pequeño cuarto en un rincón, donde se guardaban elementos de limpieza.Cerré la puerta y entonces le aferré ese redondo culo con mis dos manos. Ella me miró a los ojos y comenzó a acariciar mi bulto?La hice girar y apoyar sus manos contra la puerta. Le bajé la tanga hasta las rodillas y le hice abrir las piernas. Pude comprobar que, efectivamente, ese diminuto trozo de tela que cubría su labia depilada, se encontraba ya totalmente empapado?Maruja se puso en puntas de pie y yo le aferré las caderas. Entonces se la metí a fondo en una sola estocada brutal. La negra abrió la boca y dejó escapar un aullido de sorpresa. Me encantó la sensación de comprobar que tenía la concha bastante cerrada; pero estaba caliente y muy lubricada con sus flujos.Cerré los ojos y comencé a bombearla, cada vez con más ímpetu. Ella también estaba gozando como una perra y se mordía una mano para no gritar.De repente notó que yo estaba por acabar y entonces entre gemidos, me pidió que lo hiciera fuera de su dulce concha?Yo estaba casi al borde; cuando ella me ganó de mano y comenzó a aullar su primer orgasmo. Verla acabar fue demasiado para mi calentura contenida por tanto tiempo con respecto a esa hembra, así que tensé mi espalda y también acabé yo, pero sin sacársela.Ella misma me empujó por el pecho y se salió. Se arrodilló frente a mí y se metió mi pija todavía dura hasta el fondo de su garganta.Se dedicó a chupármela con desesperación, hasta lograr hacerme acabar por segunda vez; aunque ahora en su delicada boca.Le pedí que me diera unos minutos para recuperar mi potencia; porque tenía ganas de seguir cogiéndomela. Pero Maruja sonrió, diciendo que su marido estaba abajo y que subiría a buscarla si tardaba demasiado?Le comí sus sensuales labios en un beso de lengua bien profundo y bajé de la terraza antes que ella. Un rato después, cuando yo salía para ir al gimnasio, la encontré en el pasillo.Ella estaba esperando que su marido le abriera la puerta. Seguía con ambas manos ocupadas sosteniendo el balde y entonces aproveché para deslizar mi mano debajo de su minifalda.Comprobé que su raja todavía estaba empapada, pero ahora con el agregado de mi propia leche. La negra pegó un salto con mi manotazo y sonrió. Pero en ese momento se abrió la puerta y ese tremendo negro fiero se asomó, mirándome con cara de pocos amigos. Mientras entraba detrás de él, Maruja me guiñó un ojo.Era cuestión de tener paciencia para esperar otra oportunidad?
04-06-2021, at 11:29 PM
Alýntý
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